Наталья Савченко

Наталья Савченко

Наталья Савченко: доктор наук в области преподавания русского языка иностранцам, туристический гид и президент Академии Русской Культуры «Искра».

Una «lengua» rusa en México


Traducir una lengua extranjera es más que sumergirse en diccionarios y encontrar equivalencias literales a frases y oraciones: es apropiarse de una cultura, desenvolverse en ella, asimilar cada uno de sus matices. 

Elizabeth Sánchez Morales entrevista a Natalia Mijailovna Savchenko y delinea la efigie de una traductora que, gracias a su comprensión de la cultura y sociedad mexicanas, se ha convertido en una verdadera «lengua» rusa en México.

«Ser traductor implica vivir la vida plenamente», la traductora-intérprete lo dice sentada enfrente de su comedor de madera oscura con pequeños adornos en forma de girasoles.

Natalia Mijailovna Savchenko, doctora en enseñanza de idioma ruso a extranjeros, guía turística y amante del país en el que vive hoy: México, es quien, de forma antigua, se solía llamar una «lengua», es decir, una traductora.

Después de perder su país, un hogar: México

Hablando con paisanos míos, tocamos el tema de que un país no natal puede ser muy querido –dice Natalia Mijailovna Savchenko con efusividad en sus palabras, de acuerdo con ella, «bien mexicanizadas»–.

He vivido 16 años en México. Estuve en un intercambio académico y llegué aquí porque fui una de las muchas personas, a las cuales la famosa perestroika movió por todo el mundo en el año 1994, cuando Letonia, uno de los países bálticos, declaró su independencia de la Unión Soviética.

Nací en Nóvgorod la Grande, una de las ciudades más antiguas de Rusia. Estudié la primaria en Hungría; la secundaria y preparatoria en Lituania; como profesión, escogí Filosofía y Letras en la Facultad de Filología en Letonia, donde finalicé la licenciatura y maestría de la enseñanza del idioma ruso. Cuando entré al doctorado fui a Moscú, pero trabajando en Letonia. Nunca perdí contacto con el Instituto donde estaba enseñando el idioma ruso a los extranjeros.

He vivido y trabajado en Hungría, Argentina, Perú, Cuba, El Salvador, Ex Checoslovaquia, ambas Alemanias, Bulgaria, Polonia y otros, sí tuve de donde escoger, pero en México me gusta el ánimo de la gente y colores del país en general, pues son colores naturales, del cielo, flores, bosques, mares, colores en la comida y en la ropa, colores en todo. México es un país maravilloso y cálido. El arte y los idiomas indígenas son mágicos. Disfruto cuando bailo el son de la música prehispánica en el Zócalo con mis amigos y maestros mexicanos.

Hace años, cuando llegué al país, por la necesidad económica aprendí a manejar el carro y me afilié a una agrupación que se llama Adolfo López Mateos de choferes-guías y, precisamente, para trabajar de chofer-guía tienes que saber mucho y antes de todo, hablar en español, aunque mis turistas normalmente son rusos, pero tienes que saber si no todo, mucho sobre México. Y esto fue cuando entré a estudiar en la Academia de San Carlos: Arte Moderno, Historia de México, Arte Prehispánico y Muralismo Mexicano. Tuve muchos maestros en México y quiero aprender más.

Me acuerdo que cuando llegué a México tuve problemas porque yo no tenía bien dominada la lengua española, y aquí mexicanizan todo, incluso al español. Una vez, tomando en cuenta mi sexto sentido lingüístico, yo creía que a todos los que vendían algo se les nombraba de igual manera; por ejemplo, lechero es quien entrega la leche, cartero el de las cartas, tintorero quien tiñe, así que pensé lo mismo con quien vende la carne y, recuerdo que ese día yo llegué y le dije «carnero», él sólo se rió mucho de mí, pero gracias a esos errores busqué la manera de aprender más, en el mercado y los peseros uno aprende mucho.

Trabajé en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Instituto Politécnico Nacional (IPN), Tecnológico de Monterrey (ITESM), en la Universidad Intercontinental (UIC), y en la Universidad de las Américas (UDLA). Impartí diferentes materias: Comunicación Intercultural, Análisis de la Información, Semiótica, Ideología y Lenguaje, idioma Ruso e Historia del arte. Actualmente soy directora general de la Academia de la Cultura Rusa «Iskra».

Me fascina viajar y conocer más del hermoso mundo en que vivimos, pero mi hogar actual es México. Cuando canto con los amigos o escucho «México lindo y querido», siempre confirmo: «De aquí soy». Mis lazos con el país, la cultura, la lengua e historia mexicana me han hecho tomar la decisión de hacer los trámites de naturalización.

Disfrutando la vida

¿Sufrir?, no sufro, no me desespero. Yo soy una persona muy positiva, muy optimista, he tenido momentos de crisis y dificultades porque vivo todo lo que vive el país y los mexicanos. Por eso, lo que más puedo brindar a la gente es (abre los ojos y mira hacia el techo)… el amor a la gente, a la humanidad, al mundo que nos rodea y a la libertad. Asimismo, el arte de vivir, no sobrevivir (remarca el no). Precisamente, por eso mi 
nombre náhuatl entre los amigos, es Acini, que significa: «Quien logra, perfecciona y alcanza».

Yo no vivo con lentes de color de rosa. Me ha tocado enfrentar asaltantes armados también, pero no permito que me amarguen la vida, no sufro. Repito, la vida es para disfrutar, y yo siento la gran satisfacción de todo lo que vivo y aprendo en México. Incluso, puedo presumir que tengo una medalla de relaciones exteriores por aportación a la causa de amistad entre los pueblos debido a un intento de asalto.

Me acuerdo que habíamos tenido una reunión en la Universidad Obrera Lombardo Toledano. Veníamos tres personas: el agregado cultural de la embajada de Rusia, un amigo mexicano y yo, cuando tres tipos se acercaron y nos amenazaron con pistolas, yo simplemente no me dejé y apliqué algunos conocimientos que tenemos todos de defensa personal. Cuando uno de los asaltantes arrebató los documentos que traía el representante de la embajada, lo perseguí por toda la calle exigiendo que devolviera el pasaporte diplomático y la licencia de manejo del señor. Lo hizo (asintiendo).

Reglas personales y… el amor

Adueñándose del salón de clases, yendo y viniendo al pizarrón o a lo que deje escribir como las hojas bond, Natalia siempre busca la manera de enseñar a sus alumnos lo mejor posible la lengua rusa. Con sus faldas largas y oscuras adornadas con girasoles o rosas rojas, de piel blanca que contrasta con todo su entorno y sus ojos azules, la «lengua» lleva a sus alumnos de la mano con la cultura de Rusia.

Mi pasión es enseñar (piensa y rectifica), quizá no tanto enseñar, porque el verdadero conocimiento nace dentro, no puedes enseñar a la persona que no quiere aprender. Mi pasión es compartir lo que yo sé y predicar con el ejemplo, tanto en campo lingüístico como en la ayuda a animales o a gente necesitada. Eso también me dedico a hacer.

Mi pasión es la enseñanza del idioma ruso, sé idioma letón, pero no perfectamente porque sólo lo uso para comunicación cotidiana. En lituano hablé más, viví más, estudié más, por eso lo tengo más en la memoria activa y de largo plazo. El lituano sí lo puedo traducir. Sé búlgaro y checo muy primitivo y limitado, porque cuando era estudiante trabajé como guía de turistas en el idioma checo y búlgaro, mi vocabulario se limita a temas históricos y culturales, pero no puedo hablar sobre el estado de tiempo, por ejemplo. Y el alemán al revés, solamente sobre la comida (risas).

Yo tengo una regla personal: hablar en el idioma del país en donde vives. Toda mi vida profesional he trabajado en diferentes universidades enseñando el idioma ruso y literatura rusa para los extranjeros adultos y niños, pero es mucho más que idioma, porque el idioma es parte de la gran cultura, tienes que transmitir lenguaje de gestos, información y sabores de la cocina, conocimientos históricos, diversidad de las tradiciones, cine, manera de hablar, de vestir, de tratar a la gente.

Yo estoy convencida de que sí es cierto que de la vista nace el amor, pero diría yo que el enamoramiento puede nacer de la vista, pues el amor verdadero y profundo nace del conocimiento y entre más profundo es el conocimiento, más fuerte es el amor…

¿Enseñanza sin traducción?

El idioma ruso lo enseñaba a los extranjeros que estudiaban en la Unión Soviética. Se enseñaba todo en ruso porque los grupos eran mixtos, podría haber dos mongoles, un alemán, tres peruanos. Las clases eran en ruso y sin traducción porque hay métodos especiales de la enseñanza directa sin el uso de la lengua materna de los alumnos. Es muy apasionante y divertido al mismo tiempo (cierra los ojos y sonríe).

Y es que un idioma sin traducir sí se puede enseñar. Aquí tenemos el lujo de dar las explicaciones en español y traducir. Allá en el Centro de Lenguas (en Letonia) teníamos grupos mixtos y necesitábamos emplear una técnica especial a través de métodos prácticos. Por ejemplo, yo digo privet y una seña de saludo, hasta que me respondan con la misma palabra y el mismo gesto no continuamos.

Idiomas y traducción: una vida entera

Para iniciar una traducción a veces tardo tres o cuatro días porque necesito establecer el contacto con el texto. Porque antes que todo, primero es el contacto con la persona o empresa –con el autor–. Por eso, para mí hay tres figuras en cualquier traducción: primera figura, quien generó el texto o el interesado en traducción; segunda figura es traductor-intérprete; y la tercera figura es quién va a leer este texto, documento o libro. 

Cuando leo un texto que me envían para traducir siempre recuerdo un cuento, ¿puedo contarlo?

Cuando nació futuro maestro de idiomas, a su cuna se acercaron tres hadas. La primera de ellas era joven, lo besó en la frente y le dijo: «Siempre vas a ser joven porque tu trabajo es con la juventud» (lo dice con voz suave y de niña pequeña). La segunda era bella, se acercó y de igual manera lo besó en la frente y le dijo: «Siempre vas a ser bello porque tu trabajo es con la literatura y con los idiomas. Con un fruto muy hermoso del género humano» (su tono de voz es serio, elegante, tranquilo y sobrio). La tercera era jorobada, viejita…, feíta (haciendo gestos, encorvándose en la silla y su voz ronca que representaba a esta tercera mujer), se acercó, le besó la frente y le dijo: «Y toda la vida vas a buscar errores en los trabajos de otros».

No es un ritual, es un proceso de tener un escudo y no siempre sale. Cuando te dicen: «Sólo necesitamos traducción», pero yo veo errores tanto en ruso como en español, yo no puedo ser fría, imparcial e indiferente con lo que llega a mis manos o lo que veo en la pantalla de la computadora. Por ejemplo, cuando yo veo que la gente que envió el texto y me doy cuenta de que ni siquiera lo leyó porque, incluso, a veces se repiten los mismos párrafos, pienso que es una persona indiferente.

En este sentido, siempre me pongo en lugar del lector. No en lugar de quien lo hizo. Mi función es traducir, yo me imagino a la tercera figura. Quién percibe esta información y cómo va a reaccionar esta tercera figura a lo que está leyendo.

De hecho, cuando empiezo a traducir, me olvido de lo demás. Entro al mundo de lo que estoy traduciendo y tal vez no es un muy buen apoyo para un traductor, pero para transmitir tienes que vivirlo porque no siempre es la traducción, a veces es la interpretación, por el mismo hecho de que existe parte de léxico que no es traducible, que no se puede, no se debe.

¡Afuera los diccionarios electrónicos!

Y es que hay diferencias entre traducir e interpretar. Para mí traducir es seguir a pie de la letra o estrictamente todos los recursos de un documento. O sea, palabra por palabra, frase por frase. E interpretar es buscar equivalentes y no siempre traducir literal el sentido de cada palabra sino de una frase en general para no perder la esencia o la idea principal. Las fallas se notan cuando se usan traductores electrónicos o cuando una persona que no domina los dos idiomas y usa el diccionario para traducir, salen unas cosas muy curiosas.

En la interpretación siempre existe el factor humano. Aquí hay un dilema y hay batallas, verdaderas batallas en campos lingüísticos al preguntarse si es mejor o no un traductor electrónico que no siente. Yo, en este sentido, no tengo dudas, estoy segura de que el traductor electrónico sólo puede traducir palabras. Es un diccionario electrónico.

En cambio, por ejemplo, una de las flores de cada idioma son los proverbios y dichos. Si se traducen palabra por palabra, nadie nos va a entender. Interpretar y traducir es buscar el equivalente que sí existe en el otro idioma, de español a ruso y viceversa, pero que tenga la misma idea.

Un buen o un mal zapatero

Primero, antes que todo, el traductor-intérprete debe de ser paciente. Paciencia (pausa)… paciencia (pausa)… paciencia. Segundo, el interés material tiene que estar en el último lugar. Tercero, tiene que saber muchas cosas y me refiero a diferentes áreas porque una de las definiciones formales es que traducir es algo escrito e interpretar es algo simultáneo o en una cabina durante un congreso, por ejemplo.

Lo que hay que hacer siempre y yo lo enfatizo es no temer a preguntar (puntualiza con el dedo índice de su mano derecha hacia la mesa). A veces las personas que hacen interpretación quieren demostrar que ellos saben todo y les da pena preguntar, lo que luego trae consecuencias no muy agradables. Si no sabes algo, siempre hay que preguntar y aclarar porque el mismo objeto los especialistas pueden llamar de diferente manera. Y no es correcto o incorrecto, simplemente diferente.

El traductor-intérprete debe conocer a quién va dirigido el libro o el texto, y con qué finalidad. Hay diferentes géneros en literatura, documentos; si es un protocolo de audiencia en un reclusorio, necesitas manejar terminología en otro idioma y buscar equivalentes.

Es más, si de una coma depende tanto, de la palabra bien escogida depende todavía más. Cuando las obras de literatura clásica rusa leen algunos extranjeros dicen: «¡Qué aburrido!». A veces lees en ruso las obras de clásicos extranjeros, te maravillas y piensas: «¡Wow, qué belleza!», y luego dices: «¿Será lo mismo en el idioma original?» (Risas), porque sabes que son palabras que buscó aquel traductor que te regala esta joya de literatura mundial. Y sí, claro, hay buenos y malos traductores como hay buenos y malos zapateros…

En los eventos dedicados a la cultura rusa que se realizan cada mes, Natalia es una de las organizadoras principales, ama las dos culturas y busca relacionarlas para mostrar a sus paisanos –rusos y mexicanos– la conexión de ambos países. 

Así, la doctora Savchenko demuestra que es una buena zapatera en todo lo que hace, va y viene mostrando siempre una sonrisa en su rostro, su alegría, coraje y fuerza para realizar sus metas, y claro, su niña que de acuerdo con ella: «Todos tenemos dentro para seguir aprendiendo de la vida».

Elizabeth Sánchez Morales, publicado en www.cuadrivio.net

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